Dentro de 30 días habré de votar por un “partido político” (no por algún “caudillo” que se expone como la fachada de una casa, sin saber que hay por dentro) para que co-gobierne, junto a la población, el Perú por los próximos 05 años.
Aún no decido todos mis votos -presidencial y congresales-, pero sí sé bajo qué cánones se regirá mi decisión:
1) No votaré enamorado de ningún partido: la historia ya demostró que no existe uno perfecto. A lo sumo existen mejores y peores, aunque en la presente contienda electoral las distancias no son muy grandes.
2) No votaré pensando en mi bienestar inmediato, ni en el de mis padres, ni en el de mi entorno. Para “bienestar” ya tengo suficiente, en comparación con muchísimos pobladores de este territorio. Demasiada gente vivió y murió sin saber lo que es “bienestar”; es algo que una enorme porción de la población actual tampoco conoce y espero que sí lleguen a hacerlo. No me importa si a costa mía y de todo mi entorno se alcanza ello. Estoy dispuesto a tragarme un montón de privaciones y malos ratos, con tal de que esta vez –a diferencia de las renegadas que me han hecho pasar gobiernos anteriores y el actual- las poblaciones con mayor dificultad de acceso a una vida digna (con derechos fundamentales, interculturalidad, acceso a servicios y todo ello más), la obtengan para siempre. Un sabio peruano dijo, hace más de 70 años: ¿Por qué este sistema funciona tan pero tan bien, para tan pero tan pocos?
3) No votaré en blanco ni viciado. Ello es una irresponsabilidad. Bajo el falaz discurso de “yo no encuentro a nadie que valga la pena, con quien me sienta identificado” mucha gente vota en blanco o malogra su voto y lo único que logra es favorecer a quienes están más arriba en los porcentajes de votación (una cuestión estadística simple). Así que se entienda bien: votar en blanco o viciar el voto es una manera de votar: sí terminas favoreciendo a candidatos. Hay que elegir, en el peor de los casos, aunque sea, el “mal menor”. Eso es un voto responsable y preocupado porque todo mejore. La historia ya lo demostró también: sí podemos mejorar. No hay que ser apolítico.
Son estas las cosas que tengo claras. Y sé que pronto podré elegir con conocimiento de causa, entendiendo las “patas cojas” y los aciertos de las 11 propuestas, de los 11 equipos, de los 11 partidos.
Ruego que la mayoría pueda conocer muy bien todas sus razones por las que elegirá a una de las 11 propuestas. A veces eligen por temor al cambio, otras por beneficio personal en desmedro de los más necesitados, por ignorancia total/parcial, por “encantamiento” sin razón, por algún trauma personal, pero lo importante es que lo sepan y que puedan entenderlo y explicarlo a cabalidad.
Eso sí, si todos velamos solo por nuestro bien personal… no llegaremos juntos (como país) ni a la esquina: solo llegarán algunos, y que esto quede bien claro (cuestión malthusiana). Para esa estupidez de “Darwinismo social”, ya tuve suficiente.
Seamos capaces de pensar en función de todos: los que ya tuvieron y tienen demasiado, en lujurioso exceso; los que alcanzaron una vida digna… y los que no tienen la menor idea de lo que eso significa.
Si recuerdo bien, alguna vez escuché o leí que el 40% de la riqueza mundial está poseída por tan solo 100 familias (multi millonarios), mientras cada día mueren más 30 mil niños –solo en África- por inanición. Dentro de estas 100 familias, hay incluso algunas que si repartiesen su fortuna a cada habitantes del planeta, le tocaría a cada uno más de 1 millón de dólares. Eso recuerdo haber leído. Sí, increíble, pero lastimosamente, me parece que sí es cierto o algo muy cercano a la verdad.
Algo está mal en los modelos, algo tiene que cambiar para mejor.
Éxitos para tod@s.
Camilo.
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