febrero 11, 2010

En mi ciudad, nuestra ciudad.

Cuando escribí la canción Ciudad, la hice pensando precisamente en conyunturas como las que me están tocando vivir ahora (y que estoy seguro muchísima gente vive en sus queridas ciudades):

El distrito Barranco es un balneario plagado de belleza arquitectónica y paisajística: podría ser un distrito monumental en dicho sentido. La cantidad de pasado mezclado con el presente es increíble… y lastimosamente, aún no es armónica. O al menos coherente con algún modelo de desarrollo urbano específico.

Muchos de sus hermosísimos solares republicanos son bastante vulnerables frente a sismos (y en Lima-Perú, eso puede ocurrir en cualquier momento). Esto representa un reto enorme para quienes deseamos preservar estos bienes culturales (que definitivamente son buenos para los ojos y la memoria, de donde uno puede aprender tanto).

Por otro lado -extremo- una cantidad grosera de solares y viviendas menos antiguas se venden al proceso de la construcción, del llamado boom inmobiliario (rubro con criterios que no van mucho más allá del costo/utilidad). El distrito no tiene una red de servicios de agua y desagüe para soportarlo (pero nadie lo estudia ni lo dice), cada vez es más difícil ver el mar pues los edificios se interponen en el mismísimo acantilado y demás, el tránsito vehicular en 2 años se ha vuelto una carrera de tortugas enfurecidas, mucho es caos. Es una pena. La verdad, me genera sentimientos de ofuzcación álgidos.

Entiendo perfectamente que las dos posturas, los dos modelos de desarrollo aquí expuestos, tienen fortalezas y debilidades. Por lo mismo, el móvil que debe llevarnos a elegir uno u otro debería ser estrictamente ético, en función a corregir la vulnerabilidad existentey no generando nuevas condiciones de vulnerabilidad.

Como si esto fuera poco, una vez más tengo que ver y soportar que la vileza se disfrace dentro de la “normatividad” o “legalidad”: La alcaldía de la región Lima está construyendo un sistema de autobús que divide Barranco en dos, tugiriza el tránsito vehicular en un 200% (y lo hará más aun cuando empiece a funcionar, digan lo que digan, es demasiado, demasiado obvio), sin consultas vecinales, sin un Plan de Impacto Ambiental y sin un Plan Vial para reordenar las calles del distrito. La alcaldía de Barranco da fe de este terrible y sostenido atropello.

Hoy por los noticieros, me enteré de que en el distrito de San Bartolo también se disfrazó la vileza: de pronto los vecinos vieron construcciones enormes en sus espacios públicos más representativos… y lo peor es que la obra no terminó de construirse nunca… Eso se explica porque -de alguna soterrada manera- un funcionario de la empresa de agua del estado dio en concesión a una neófita empresa el proyecto de dicha obra. El dueño de la novísima empresa era pariente del funcionario, así de sencillo. Siempre sucede, sucede en todos lados, supongo. Ojalá deje de suceder esto para siempre.

Cuando la vileza se disfraza de “legalidad”, los actos éticos parecen estar “fuera del orden”. Pero son de lo más legítimos… y experiencias reivindicatorias de ese tipo hay muchas, afortunadamente.

Escribo hoy por impotencia absoluta. Los vecinos preocupados (e informados) nos hemos puesto de pie, y esperamos hacer historia, aunque pequeña, en estos días.

En mi ciudad, hay una mezcla que no entiendo...

febrero 07, 2010

De nuevo, inmersión.

He comenzado a grabar las maquetas del 2do disco... Volver al ruedo nocturno me está resultando complicado, agotador. Pero ahí voy. Ahí voy con todos ustedes. Ahí vamos juntos.